Esa es un poco la sensación que todos tenemos de Oujda, o Uchda; la de que es un poco un fin del mundo. Por eso de la frontera cerrada desde hace años, sobre todo. Pero varios amigos que conozco de allí me cuentan que es un sitio duro, poco amistoso con el turisteo, pero vibrante, vivísimo. Pero ¿qué conocemos de este destino marroquí no tan turístico?
Oujda es la capital del Marruecos Oriental. Sus tres cuartos de millón de habitantes se arraciman frente a la frontera con Argelia, a unos treinta kilómetros de la costa, en una meseta seca y árida. Decir que viven del cultivo del olivo y del pastoreo de cabras y ovejas es como decir que Suiza vive de la venta de chocolate y relojes. Oujda está irremisiblemente marcada como ciudad de frontera.
Aunque Argelia y Marruecos no se hablen dese hace años, la ciudad no vive de espaldas a su vecino, al contrario; Oujda es un legendario punto de contrabando. La punta del iceberg es su enorme mercado de todo tipo de productos. Pero el contrabando, especialmente el de gasolina, es visible por doquier, apoyado en la “zona libre” entre ambos países.
Oujda está irremisiblemente marcada como ciudad fronteriza
Circulan historias espeluznantes, contadas entre la indiferencia y el afán de impresionar, sobre muchachos para los que la vida vale poco que atraviesan la frontera campo a través y en plena noche, lanzados en coches destartalados repletos de bidones y garrafas. Pequeños héroes y modelos locales enzarzados en la épica de la frontera.
La realidad es algo menos “romántica”. Es más bien el típico caso de autoridades corruptas y conniventes y de una ilegalidad normalizada en la que nadie quiere ver sino los beneficios económicos. Combustible, tabaco, medicinas, leche, productos electrónicos, ropa, cosméticos, electrodomésticos… Las cifras son mareantes.
En los últimos años, además, Oujda ha cobrado fama como punto de destino de los inmigrantes originarios de los países subsaharianos que Marruecos deporta en masa a Argelia, o más bien abandona en la famosa zona libre. Muchos de ellos sobreviven en barrios improvisados en las montañas o en el recinto de la Universidad Mohammed I, bastión estudiantil en el que encuentran refugio contra la policía.
Una ciudad no apta para principiantes
A pesar de todo ello, Oujda es un lugar a visitar para quienes disfrutan más con las ciudades reales que con las ciudades-museo (que no para los inconscientes temerarios, con muchas papeletas para buscarse un problema). Aparte del mejor cordero del país y el karan, encontraremos una medina sacrificada a la modernidad, la tumba de Sidi Yahya y el mayor festival de música Raï de África.
Si se presta algo de atención, bajo los puestos de baratijas y el hormigón pueden notarse aún la fiera base bereber de los zanatas, impregnada de influencias árabes, andalusíes, judías, francesas. Pan y dátiles bajo las luces de neón. Rosarios y gatos chinos. En Oujda no ves un escaparate, te metes en él.
Vive Marruecos
Un libro: Historias de Marrakech – Mahi Binebine
Una canción: Second Aqlal – Moqaddem Mohammed Ben Salem
Una película: Casablanca
Un plato: Cuscús
Me encantaría conocer oujda